Escrito por Lola Giadás
Un atlas consta de una
serie de imágenes sucesivas, propone una cartografía abierta, regida por
criterios propios, de límites semánticos difusos, siempre abiertos a sucesivas
ampliaciones de campo o de contenidos. No podemos entender un atlas como un
catálogo, porque el catálogo posee un sistema ordenado basado en unos criterios
fijos previamente establecidos. Un atlas sin embargo, debe ser por definición
incompleto, porque debe poder ser ampliable.
DIDI-HUBERMAN,
G. Atlas, ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?
Catálogo de la
exposición del mismo nombre. MNRS,
Madrid, 26/XI/2010-28/III/2011.
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Aby Warburg, filósofo,
historiador, estudioso de la religión y antropólogo; judío –por su familia-,
alemán –por nacimiento- e italiano –por afinidad cultural-; bebió de todas las
fuentes, estudió en “todas” las universidades y viajó por “todos” los países. Aunque
su especialidad era el Renacimiento, sus estudios sobre iconografía pagana y su
trabajo en la reunión de volúmenes (60.000) para lo que sería la “Biblioteca Warburg”,
le prepararían para afrontar la que sin duda fue su obra más peculiar y conocida:
el “Atlas Mnemosyne” (“Atlas de la Memoria”; 1924-1929). Ha permanecido
olvidado durante muchos años, pero los trabajos de investigación en torno a su
obra lo devolvieron a la primera fila de la Historia del Arte setenta años
después de su muerte, especialmente gracias al trabajo del historiador de arte
y filósofo francés Georges Didi-Huberman, comisario, por otro lado, de la
exposición celebrada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
«La siguiente imagen corresponde a una estatua de la figura mitológica de Atlas, presente en la exposición “Atlas: ¿cómo llevar el mundo a cuestas?” del Museo Reina Sofía. Atlas carga una gran bola sobre sus hombros, que se suele confundir con la Tierra pero que, realmente, es un globo celeste que representa los planetas y las constelaciones (recordemos: Zeus condenó a Atlas a cargar el peso del cielo sobre sus hombros por toda la eternidad como castigo a su participación en la Guerra de los Titanes)». |
Warburg
poseía un enorme catálogo de imágenes gracias al cual idea un procedimiento de
exploración y presentación de sistemas de relaciones no evidentes: Bilderatlas Mnemosyne[1]
(“Atlas de imágenes de la memoria”). Para elaborarlo seleccionó y manipuló
algunas fotografías colocándolas sobre una mesa negra a modo de collage,
después las fotografiaba, creando así cada una de las láminas del Atlas. El
proceso permite el reposicionamiento o la introducción parcial de otros
elementos, lo que provoca un proceso abierto e infinito.
Un nuevo método
–asociativo- de aprendizaje. Aquí reside el núcleo de la importancia del “Atlas
Mnemosyne”. Durante un viaje que realizó a Estados Unidos en 1896, Warburg
estudió el modo de vida y los ritos de las tribus indígenas y comprendió la
importancia que las imágenes tenían en la cultura y cómo éstas son capaces de sintetizar
ideas y conceptos. Entendió la cultura como un archivo de imágenes. Su “Atlas Mnemosyne” (1) está compuesto de postales, panfletos, carteles publicitarios, páginas de libros,
recortes de periódicos, fotos, sellos, legajos y otros materiales clásicos de investigación.
En esta recopilación tiene un importante papel el montaje de los materiales
empleados, colocados con la intención de hacer que el espectador encuentre conexiones.
Para su montaje se sirvió de una laboriosa labor de arqueología histórica. El resultado
fue un innovador sistema de aprehensión de conocimiento, por medio de la lectura
de imágenes yuxtapuestas. Se puede ver en él un antecedente de la teoría de la deriva
situacionista en cuanto que el atlas permite dejarse llevar por su contenido y
la deriva dejarse llevar por la ciudad. Son formas parecidas de percibir la
realidad que nos rodea.
Respecto del sentido y
la intención del “Bilderatlas” de Warburg: la obra permanece –en actitud
pasiva- mientras el espectador se mueve –de forma activa-; no es el mundo ni
las ideas lo que cambia, sino el modo de mirarlo.
Warburg
apenas llegó a desarrollar esta idea por su repentina muerte pero tiene gran
importancia para la cultura visual actual, en la medida en que entendía que las
ideas no responden tanto a formas en transformación constante o “migraciones”,
planteando un conocimiento “nómada y desterritorializado”. Propone una
metodología que va más allá del habitual papel del observador para implicarse
en la obra, lo que nos lleva a los actuales procesos artísticos, tales como la
performance, el land art o la instalación, que pretenden implicar directamente
al espectador en la obra, abriendo paso a un mundo de posibilidades infinitas,
capaces de hacer que nuestro cerebro ponga en relación lo diverso.
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